¡Queridos hijos e hijas del planeta Tierra! ¡YO SOY MARÍA!
Mi corazón se llena de alegría al poder estar aquí una vez más. No olvides mi manto; está ahí a tu lado, sólo tienes que cogerlo y cubrirte con él, y todo mi amor, toda mi luz, mis cuidados y mi cariño estarán contigo.
No lo olvidéis, hijos míos. No me avergüenza pedir ayuda. Sois fuertes, sí que lo sois, pero a veces un poco de ayuda nunca es suficiente. Pidan nuestra ayuda. Nunca os juzgaremos por ello. Nunca pensaremos que eres débil. Somos plenamente conscientes de cada contratiempo, de cada movimiento en vuestras vidas. Y nuestra ayuda es proporcional al tamaño de vuestro sufrimiento.
Si es blando, le ayudaremos de la misma manera; si es intenso, le ayudaremos más. Por supuesto, no podemos quitar las piedras de su camino, pero podemos ayudarle a quitar la piedra, a quitar efectivamente esa piedra de su camino. Pedir ayuda no será vergonzoso, ni mucho menos un signo de debilidad.
El ego siempre grita: “Puedes hacerlo, eres fuerte, tienes que pasar por todo intensamente para ser el mejor”. Esto no es verdad. Comprended, hijos e hijas míos, tenéis que aprender la lección, no sufrirla. Dios Padre/Madre no quiere que ningún hijo sufra. Ustedes imponen el sufrimiento porque pensáis que eso os harán aprender la lección. Y yo os digo que no lo hará, porque cuando elegís el sufrimiento, lo sentís en tu carne, en el alma tuya, en tu mente, y no es fácil salir de él.
A menudo sales peor de lo que entraste. Créanme, el sufrimiento no es el camino. El camino es mirar el problema, comprenderlo y aprender a no repetirlo. Este es el camino. No es el autocastigo ni el sufrimiento lo que te hará comprender. Ningún sufrimiento te enseñará eso. Esa es la tontería que te han hecho creer, que sólo puedes aprender sufriendo.
Cuanto más pones sufrimiento en tu camino, menos aprendes, porque el sufrimiento trae revuelta, trae duda, trae dolor. ¿Cómo podría esto enseñar a alguien? No lo hace, al contrario, trae más de lo mismo. Aprended, hijos míos, que las lecciones no se aprenden así. Hay que comprenderlas, darse cuenta de ellas, para no volver a repetirlas.
Este es un momento de gran dolor para muchos. No trates de entender el dolor de la otra persona. Tomó decisiones, eligió pasar por este dolor. Muchos de ustedes no aceptan esto. Cuando decimos que todo el sufrimiento, todos los problemas, fueron malas elecciones, son el resultado de vuestras elecciones. Ustedes siempre quieren culpar a alguien más, incluso culpan a Dios Padre/Madre, porque no miran sus propios errores, no quieren mirar, no aceptan que cometieron errores.
Mientras actúes así, el dolor será intenso. Pero cada uno ha elegido su propio dolor, su propio camino, su propia forma de atravesarlo. Así que mira a ese hermano y envuélvelo en una burbuja de Luz. No importa si está vivo o no. Si está vivo, le estarás ayudando a mirar con Amor. Si no lo está, su alma recibirá tu Luz, y también comprenderá más fácilmente todo lo que está sucediendo.
Desearía, hijos e hijas míos, poder tomaros a cada uno de ustedes en mis brazos y evitar que sufráis, que seáis juzgados por vuestros errores. Pero no puedo y no debo, porque esto no es Amor. Querer apartar a un niño del sufrimiento es impedirle que aprenda, impedirle que recoja lo que ha sembrado. Sólo así crecerán, evolucionarán.
Mira el sufrimiento de los demás y emana luz. Eso es todo. No llores. No sientas. Emana Luz. Si puedes ayudar, ayuda, pero no te involucres en su sufrimiento. Ese hermano eligió ese camino. Mira el tuyo, que probablemente tiene muchos puntos que aún no has visto. El momento es mirar tu propio camino, identificar dónde necesitas mejorar, aceptar que aún necesitas aprender.
Y nunca olvides pedir ayuda. A veces tus elecciones te llevan por caminos intensos de sufrimiento y dolor. Pide nuestra ayuda, para que podamos aliviar un poco este dolor y sufrimiento. Y puedes mirarlo con más Amor y comprenderlo plenamente. Nosotros no te juzgamos. No tengas miedo de nosotros. Nunca te juzgamos. Actuamos según lo que emanas. Eso es todo.
Si emanáis revuelta, es difícil ayudarlos, pero si emanáis Amor y pedís nuestra ayuda, estamos ahí, en el mismo momento, ayudándoos, haciéndoos comprender lo que es necesario. Mi manto es inmenso, hijos e hijas míos. Cubre todo este planeta, y en este momento, tengo esta hermosa bola azul en mi regazo, donde transmito todo mi Amor, para que Gaia pueda continuar sus actividades y sus hijos sufran lo menos posible.
Cada uno está en mi corazón. Cuido a todos mis hijos. Y los cuido a todos de la misma manera. No hay privilegios. No hay amor mayor o menor. Los miro a todos como niños; algunos rebeldes, algunos traviesos, algunos ausentes de Luz. Pero todos están en mi corazón. Y miro a cada uno, cuido de cada uno, de la misma manera. Creedme, hijos míos, mi manto es inmenso y tiene un poder indescriptible para aliviar el dolor y el sufrimiento. Intentad llevarlo. Probad a invocarme. E inmediatamente aliviaré todas cargas.
Traducción: Rita Silvana Monteiro
Revisión: Regiani Maria Bugalho
