¡Queridos hijos e hijas del planeta Tierra! ¡YO SOY SANANDA!
Mi corazón siempre se llena de alegría cada vez que puedo estar aquí, un poco más cerca de vuestros corazones.
Hoy quiero hablar de un tema desenfadado pero muy importante: el autocuidado.
Muchos de ustedes os acostumbrasteis a estar siempre pendientes de los demás, a cuidar de los demás, a asumir tareas que a menudo pertenecen a otros; porque teníais una inmensa necesidad de aceptación, de ser queridos, de ser necesarios. Esta fue la forma que encontrasteis de formar parte de la vida de alguien, de ser importantes para alguien; y dentro de vuestra mente, de pensar que seríais más queridos si hacíais todo esto.
Creo que hoy has aprendido que esto no es Amor. Este tipo de acción para recibir Amor no funciona, porque los seres humanos no son así. Pocas personas son verdaderamente agradecidas por todo lo que reciben de otras personas. Darse a los demás, cuidar de los demás, es algo que tiene que ser ligero y fácil, porque si se vuelve pesado, difícil, doloroso, este cuidado está mal; este cuidado es excesivo, no viene del corazón. Es más una obligación que un sentimiento real de ayudar.
¿Y por qué digo todo esto? Porque dentro de todo este proceso, en el que os dais, os dais, os dais, hacéis por el otro, ayudáis al otro, cuidáis del otro, os olvidáis de ustedes mismos. El ser principal en tu vida eres tú mismo; no hay otro. Podemos decir que hay prioridades, y la primera prioridad de todo ser humano es cuidar de sí mismo. Porque si no te cuidas, en algún momento te pasará factura. Y entonces descubrirás que estás más enfermo de lo que crees, que necesitas ayuda, cuidados y atención más de lo que crees.
Pero entonces te preguntas: “¿Cómo voy a hacerlo? Tengo que ocuparme de tanta gente. Tengo tantos compromisos, tantas cosas que hacer. ¿Cómo voy a parar?” Y no lo haces. Y ese proceso, que a menudo empezó pequeño, se vuelve crónico, se agudiza, se convierte en un gran problema. ¿Cuál es la solución?
Entiendo que no es fácil, porque has asumido tantas cosas que ya no puedes delegar; no puedes parar. Pero yo diría que siempre hay un punto clave en todo esto. Están las tareas cotidianas que son responsabilidad de todos. Entonces, ¿por qué no dejar que cada uno se ocupe de sus propias tareas? Empezar por ahí, dejando que cada uno haga lo suyo; dejando que cada uno siga su propio camino. Le garantizo que esto le ayudará mucho.
Segundo punto: ponte límites. Cuando alguien viene…, “¿Puedes hacer eso por mí? Lo siento, hoy no puedo”. Hay que saber decir que no. No tienes que ser grosero, tosco; no. Simplemente, discúlpate, lo que no sería necesario porque no depende enteramente de ti, y di que no puedes hacerlo.
Divide las tareas que no son tuyas con los verdaderos dueños. Ya nadie lo amará porque lo hagas todo por ellos. No te hagas esta ilusión.
Tercer punto: tenga tiempo de inactividad. Crea momentos de inactividad en tu día a día. ¿Y qué son momentos de inactividad? Ese momento en el que miras al cielo, miras el movimiento en la calle, miras una planta, acaricias una planta, hablas con una planta, juegas con tus animales, juegas con tus hijos. “Ah, pero yo trabajo, no tengo ese tiempo de inactividad” Todo el mundo lo tiene. Encuentra 5 minutos. Te garantizo que si le explicas esto a tu jefe, necesitarás esos 5 minutos para recuperar energías. Al principio no le gustará mucho, pero luego empezará a darse cuenta de que has cambiado en tu trabajo, de que estás más atento; se dará cuenta de que eres mucho más productivo haciendo esas pequeñas pausas.
Aprende a hacer que te respeten. “Oh, aquí hay más.” “No, no puedo asumir más”. No asumas más de lo que puedes. Prioriza. Establece horarios para cada cosa. Cuando una vez dije aquí: No planifiques. Porque planificar es vivir en el futuro, olvidando vivir el presente. Así que vive intensamente, cada tarea en el momento presente. Olvídate de lo que tienes por delante. Has elegido esa tarea para hacerla, céntrate en ella. Olvídate de todo lo demás.
Tienes tu momento espiritual. Te voy a decir esto: un momento espiritual no es hacer 10 meditaciones, 30 oraciones, hablar, hablar, hablar; no. Un momento espiritual es estar en silencio. Un momento espiritual es estar en silencio. Es simplemente sentarte, conectar con tu Presencia Divina y quedarte ahí, quieto. Por supuesto, no lo conseguirás. Porque tu cabeza te dirá: “Hay tanto que hacer y estás ahí sentado pensando en no sé qué”. Olvídate del ego. El ego no es el cuerpo físico.
Así que aprende a tomarte este tiempo gradualmente. Durante la primera semana, quédate un minuto. Solo un minuto. Ponte un despertador, el que tengas, para no tener que preocuparte de abrir los ojos para mirar la hora. Cierra los ojos, respira profundamente durante este tiempo. Pon música de fondo. Y utiliza siempre la misma música. Esto es importante porque el cerebro empezará a darse cuenta: “Hu mm, cada vez que pone esta música, se para”. Y empezará a parar por sí solo.
Así que empieza la primera semana con un minuto. La segunda semana, dos minutos. ¿Te das cuenta de que no es rápido ni fácil? Aquietar tu mente es extremadamente difícil. Y será en ese momento, cuando te detengas, cuando todos tus guías, tus maestros, estarán a tu alrededor. No tienes que preguntar. Estaremos allí, cuidando de ti. Porque en ese momento nos estás diciendo: “Mira, he parado. Me estoy cuidando”. Y estaremos allí, cuidando de ti también. Trayendo energía, limpiando tu aura. Porque te estás dando ese tiempo.
¿Te das cuenta? No estás haciendo nada, sólo respirar y descansar durante ese tiempo. Y poco a poco, vas aumentando ese tiempo. Y yo diría, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? Hasta que puedas. Un tiempo que sea cómodo, agradable. No se puede forzar nada. Tanto como tu cuerpo te lo permita. Puedes hacerlo tumbado. “¡Pero si me voy a dormir!”. Mira qué preocupación. ¿Y si duermes? ¿Cuál es el problema? Te penalizarán por ello. ¿Se quejará alguien de que te has quedado dormido? Que lo haga. ¿Has dejado de hacer algo por alguien? Deja que se hagan cargo. “Oh, pero tengo niños pequeños” Hazlo después de que se hayan ido a dormir. Porque nadie tiene que ocuparse de los adultos. Con algunas excepciones, lo entiendo. Pero hazlo en un momento en que nadie te necesite.
Así que, si duermes, échate una buena siesta, relájate. Es señal de que tu cuerpo te está diciendo: “Necesito esto”. Inténtalo. Intenta aquietar tu mente durante este tiempo. Pon música y déjate llevar por ella. Deja que la música impulse cada célula de tu cuerpo. Y la mente tenderá a aquietarse. Porque le estarás diciendo: “Quiero que te calles”. ¿Quién manda? Tú.
Cuidaos, hijos e hijas míos. Además, este tiempo será muy importante para que vuestros cuerpos cambien. Tomaros ese tiempo para la transformación. Y empezad a observar todos los cambios que se producirán. Creedlo. Os daréis cuenta.
Traducción: Kelly Neri
Revisión: Regiani M. Bugalho