¡Queridos hermanos del planeta Tierra! ¡SOY ROWENA!
Me gusta repartir flores. En este momento tengo en mis manos un gran ramo de rosas rosadas. Imaginen en sus mentes este ramo. Es precioso, tiene muchas rosas, algunas hojas; como ustedes quieran. ¿Quieren ponerle un lazo? Pueden ponerle un lazo. ¿Las rosas están abiertas o cerradas? Yo prefiero abiertas. ¿Y ustedes? Para que quede bonito, pero no demasiado abiertas, porque si no, por su propia naturaleza, las pétalas empiezan a caer. Digamos que, un poco cerradas, un poco abiertas, este ramo tiene muchas de esas rosas. Es un ramo muy abundante.
Entonces, en este momento, te entrego este ramo. ¿Y qué representa? Representa amor, serenidad, belleza, paz, todos esos sentimientos que te llevan al equilibrio. Tómalo en tus manos. Siente la energía que acabo de poner en él y que en este momento se está extendiendo por tu cuerpo, trayéndote equilibrio, serenidad, paz. ¿Qué harás con este ramo? Al final de este mensaje, habrá desaparecido, pero habrá cumplido el papel que le di: traerte este momento de paz y serenidad.
Hermanos míos, el mal de este mundo es la ansiedad, vivir en el mañana, vivir fuera del tiempo presente. Y entonces les pregunto a cada uno de ustedes: ¿Aceleran el tiempo? Ustedes no tienen ese poder. Entonces solo aceleran sus cuerpos, sus mentes, sus células.
Imaginen una máquina. Fue creada, planificada, montada para funcionar a una velocidad determinada. Una velocidad en la que sus piezas, sus engranajes, funcionan perfectamente. Y entonces, por descuido, le da un poco más de energía a esta máquina. Durará un tiempo funcionando, pero llegará a un punto en el que se quemará porque sus piezas se desgastarán. La fuerza que ejercerá para funcionar será superior a la que fue diseñada. Entonces dejará de funcionar.
Imaginen que esta máquina es su cuerpo. Ustedes han sido programados y creados para vivir en equilibrio, en el tiempo presente. Pero ustedes quieren acelerar el tiempo. Sin embargo, no aceleran el tiempo, aceleran sus células, aceleran sus procesos. Y entonces les pregunto: ¿Su cuerpo está preparado para eso?
Mucha gente podría responder: «Ah, sí, estaba preparado, porque cuando corro, lo acelero todo». Estoy de acuerdo. Tu cuerpo se ha preparado para correr, para un esfuerzo un poco mayor. Pero te das cuenta de que cuando corres, se ha creado un engranaje en tu cuerpo que lo cambia por completo y todo se prepara para correr. Tu corazón late más rápido, tu sangre fluye más rápido, respiras más rápido. Todas tus reacciones químicas se aceleran, pero en conjunto, porque tu cuerpo ha sido preparado para vivir a esta velocidad.
Pero no penséis que lo que hacéis con vuestros cuerpos, correr kilómetros y kilómetros y kilómetros, es saludable, porque no lo es. Va más allá de lo previsto y tampoco beneficia al cuerpo. Todo tiene que estar equilibrado. Pero volvamos a la aceleración.
Me has dicho que correr es lo mismo que estar ansioso. ¿Es así como interpretas tu ansiedad? Porque no estás corriendo; estás quieto. Es tu cerebro el que está creando este supuesto movimiento para acelerar el tiempo. Así que se acelera a sí mismo. ¿El resto de tu cuerpo se acelera con él? No. El resto del cuerpo empieza a preguntarse qué hacer, porque estás parado. No se supone que estés corriendo a toda velocidad. Pero el cerebro dice: «Acelera, ve más rápido». «¿Pero adónde voy si estoy parado?». Pregunta el cuerpo.
¿Y entonces te das cuenta de que ahí hay una diferencia de entendimiento? El cerebro quiere acelerar, pero el cuerpo dice: «No, estoy parado, no voy a acelerar nada». Pero este desequilibrio entre el cerebro y las células provoca un gran desequilibrio en el Todo. Porque algunas células empiezan a querer correr; otras no. Y entonces te pregunto: ¿Has acelerado el tiempo? ¿Realmente lograste que pasara más rápido? No.
Querer algo para ahora, para hoy, no acelera el tiempo. Tiempo… un tiempo que no existe. El tiempo lineal en el que vives ha sido creado para mantenerte en esta rueda en la que has entrado, de ansiedad, de espera. «¿Y si lo que esperas no llega? ¿Quién puede garantizarlo? Te habrás desequilibrado para nada.
Así que aprended, hermanos míos, que la ansiedad no conduce a nada. Hornea el pastel a la temperatura adecuada. Y déjalo ahí. A su debido tiempo, estará listo y sabroso para comer. Así que haz un pequeño ejercicio.
Cuando desees algo, cuando pienses en algo, crea un cesto a tu lado, un cesto de basura, sí. Ese cesto corresponde a lo que estás pensando, a lo que estás deseando. Así que cada vez que lo recuerdes, dirás: «Voy a tirar toda mi ansiedad a la papelera». Y tírala. Haz el movimiento de cogerlo y tirarlo a la papelera. No necesitas mucho, no necesitas pensar, no necesitas concentrarte. Ni siquiera necesitas estar en la Presencia Divina. Es un movimiento…, tú, tú, como ser humano, sin la interferencia de nadie. Eres tú. Eres tú reeducándote. Es ponerte en equilibrio.
¿Te das cuenta de que estás ansioso? Hacedlo con las manos, como si cogieras algo dentro de ustedes, y dijeran: «Cojo toda esta ansiedad y la tiro a la papelera»; y tiradla al cesto. Hermanos y hermanas, sois seres poderosos. Solo que no reconocéis y aceptáis el poder que tenéis. Esto le mostrará a tu cerebro que no quieres estar ansioso. Por mucho que intente acelerar el tiempo, dirás: «Voy a tirar esta ansiedad a la papelera». Entonces el cerebro dirá: «Pero ella no quiere, él no quiere, ¿acelerarme más?». Y empezará a darse cuenta de que tiene que salir de esta rueda de ansiedad, de espera.
Entrega todo lo que quieras al universo, a la Luz. Y puedes hacer que este gesto sea aún mejor. Cuando creas que estás ansioso, tira tu ansiedad a la papelera y di: ¡Soy Luz! Y estoy preparado para recibir lo que la Luz y el universo me envíen». Así que estás aceptando que todo llegará en el momento adecuado. Porque la Luz nunca acelerará nada. Te lo traerá en el momento adecuado.
Muchos ya están usando este mantra todo el tiempo. Pero quiero deciros una cosa, hermanos míos: escribir el mantra no sirve de mucho. Hay que vivirlo. Hay que creer en lo que se dice o se piensa o, vamos, incluso en lo que se escribe. ¿Vas a volver a tu época escolar en la que muchos escribían la misma frase una y otra vez como castigo? Y entonces os pregunto: ¿Sabéis lo que escribes o solo lo escribís para cumplir el castigo?
¿Cómo lo sé? Observo. Todos observamos la vida en la Tierra. Observamos cada movimiento, cada acción. Así que sabemos todo lo que ya les ha ocurrido a muchos de ustedes. Así que os digo: ¡Vivid el mantra! Pronuncia el mantra con convicción, entonces te digo: Estén en la Presencia Divina. Unid estos dos movimientos de desechar la ansiedad y aceptar recibir del universo, todo a su tiempo; todo en el momento adecuado.
Eso es, hermanos míos. Y les digo a todos y cada uno de ustedes, no hay medicina que cure la ansiedad. La medicina es como una muleta en la que crees que estás mejorando. Pero en el fondo tu cerebro sigue al mando, salvo que la medicina lo ha dejado como ronco, sin voz. Así que tu cuerpo apenas escucha, pero sigue acelerando porque tú estás al mando. Y tu mente sigue ahí, tan ansiosa como siempre.
Así que cambia, cambia tu forma de verlo todo. Entrégalo todo a la Luz y al universo. Y todo llegará en el momento adecuado, sin ansiedad. Sin que necesites nada loco, todo muy sencillo, todo en equilibrio.
Para el Código de Luz de hoy, os dejo con las siguientes frases:
«Estoy aprendiendo a creer en mi poder.
Y sé que con el tiempo lo haré.
Tengo el poder de cambiar todo en mí y a mi alrededor.
Y me entrego a la Luz, profundamente, para que esto pueda suceder».
Después de estas frases, di la siguiente palabra:
¡Calcentáticum! ¡Calcentáticum! ¡Calcentáticum!
Y nunca olviden, hermanos míos, que tienen poder. El poder de cambiar sus vidas y sus cuerpos. Creed en ello. Busca el equilibrio. Mantén el equilibrio. Y seguro que verás todos los resultados a su debido tiempo.
Traducción: Regiani Maria Bugalho
Revisión: Ana Maria Souza
