Se acaba uno ciclo. Empieza otro.
¿Merece la pena mirar atrás? Puede que sí. Pero sólo valdrá la pena si miramos atrás e identificamos todos nuestros errores, nuestros fracasos, lo que no aprendimos, lo que tenemos que mejorar. Mirar atrás y juzgarnos a nosotros mismos no traerá resultados. La evolución es exactamente aprender, avanzar. Así que, efectivamente, vale la pena mirar atrás, pero para que aprendamos el nuevo camino, para que no repitamos lo que no fue bueno, tomemos nuevos caminos, hagamos nuevas elecciones.
Solemos hacernos muchas promesas a principios de año y rara vez las cumplimos. Entonces, ¿qué podemos pedir en este nuevo ciclo? Quizá no sea el momento de pedir, sino de agradecer. Gratitud por estar vivo, gratitud por tener una familia, gratitud por tener un lugar donde vivir, gratitud por una mesa abundante, gratitud por tener un trabajo, gratitud por vivir con dignidad dentro de los preceptos de Dios.
Muchos dirán: “No, no puedo estar agradecido porque no tengo muchas de estas cosas. No tengo casa, no tengo la mesa llena, no tengo familia, no tengo trabajo, no tengo una vida digna”. En este momento, en este nuevo ciclo, no vale la pena sentarse a llorar, no vale la pena quejarse de lo que ya pasó; vale la pena soñar, vale la pena creer, vale la pena tener fe. Que si emanamos cosas buenas, vendrán cosas buenas, pero si sólo emanamos quejas estamos clamando otra vez por las mismas cosas. Nada cambia, nada cambiará.
Entonces, ¿por qué no soñar, por qué no creer, que mañana será mejor? ¿Por qué no pensar de otro modo? Llevas tanto tiempo pensando igual y nada ha cambiado, todo sigue igual. Entonces, ¿por qué no intentar pensar de otra manera? Intenta pensar que vale la pena intentar tener una vida mejor, que vale la pena creer que mañana será mejor que hoy, que vale la pena creer que con todas tus dificultades, siempre habrá un hermano en una situación mucho peor que la tuya.
Así que el nuevo ciclo es el momento de creer, es el momento de tener fe, es el momento de dejar que todo el amor de Dios, de Cristo, de María, de cada ser iluminado que existe en el universo llene tu corazón, lo llene de mucha luz, de mucho amor. Pero sobre todo con mucha gratitud porque estás vivo. Eres una chispa de Dios, y es esta chispa la que te mantiene vivo. Así que si eres una chispa divina, sé agradecido, no te quejes, cambia tus pensamientos, cambia tus vibraciones, cambia lo que quieres.
Aquello en lo que nos centramos se expande, crece. Si nos centramos en las cosas malas, éstas sólo crecen, no mejoran. Ahora bien, si nos enfocamos en las cosas buenas, en el amor, en la gratitud, en la esperanza, en la fe, esto también crece, y con seguridad regresará, porque esta es una Ley Universal: la Ley de Acción y Reacción, donde todo lo que pensamos, hablamos, sentimos y hacemos, es emanado al universo y regresa a nosotros mismos. Nadie queda sin retorno.
Así que si emanamos cosas malas, las cosas malas volverán; ahora bien, si emanamos sentimientos positivos, volverán, y dependiendo de la intensidad que emanemos, volverán con mucha más intensidad. Entonces, ¿de qué sirven unas promesas que casi siempre incumplimos? Lo que debemos prometernos es cambiar nuestra forma de pensar, de sentir, de hablar y de vivir, para poder atraer cosas buenas, atraer cosas que nos hagan vivir, que nos hagan felices.
Este es el mensaje que dejo para cada uno hoy, al final del año. Y que el 2023 sea solamente un día más, un año más, pero puedes empezar este nuevo año con el corazón lleno de luz, con el corazón lleno de amor, y sobre todo siendo agradecido. Porque no estás en este mundo ahora sin razón. Hay una razón para tu existencia. Así que da gracias por ello, por tu existencia.
No eres invisible para el mundo, no eres invisible para el universo, no eres invisible a los ojos de Dios. Sé agradecido, emana amor. Estos son los sentimientos, de hecho, pocos sentimientos, pero son tan poderosos que pueden cambiar toda tu vida.