¡Queridos hijos e hijas del planeta Tierra! ¡SOY SANANDA!
Una vez más, mi corazón está lleno de alegría. Me siento como antes, en la cima de una montaña, hablando con todos ustedes.
Los desafíos serán muchos. Los obstáculos variarán de tamaño. Pero, ¿de qué podéis estar seguros? De que cada uno de ellos, una vez superado, es algo que se queda contigo; es una carga que ya no llevas; es un aprendizaje que te llevarás. Míralo todo con alegría, por haber conseguido superar el obstáculo, por haber triunfado sobre él.
Mucha gente me dice aquí: “No, no he conseguido nada”. Pues allá vamos. ¿Por qué no has conseguido nada? ¿Qué sentimiento emanas ahora mismo cuando me dices esto? ¿Enfado, decepción, dudas? Pues ahí empieza tu aprendizaje.
No te compares con los demás. Cada obstáculo tiene el tamaño y la necesidad de su propia alma. Así que no mires el obstáculo de otra alma; sólo le pertenece a ella. Y si tu obstáculo es idéntico al de otra alma, puede que lo sea en la forma, pero no en la esencia. Porque la esencia de cada uno de ellos se suma al sentimiento, al momento, a la experiencia que tu alma ha vivido y que es totalmente diferente de la otra alma.
Sigues mirando los problemas con rabia y decepción. “Estoy en un camino de ascensión, lo hago todo bien, ¿y por qué no cesan los problemas?”. Mirad, voy a deciros que este momento está todavía muy lejos para todos y cada uno de ustedes… Lo hemos dicho varias veces aquí, pero parece que no queréis oírlo. Estáis limpiando en esta encarnación, en este momento, todos los acontecimientos causados por milenios y milenios y milenios.
¿Crees que eran pocos? ¿Crees que eran santos? Si fueran santos, no estarían encarnados. Así que no, no veas un problema como otro más. Sí, es uno más. Así que yo diría que lo mires y digas: “Es uno menos que tendré en mi viaje”. Este es el camino correcto. Cada obstáculo que dejas atrás es uno menos; es la certeza de que avanzas.
Así que dejad de pensar que sois eternos desvalidos, que Dios Padre/Madre os ha olvidado, que no merecéis lo que estáis pasando. Esto es lo que más oigo: “No merezco esto”. Entonces estás diciendo que las leyes de Dios Padre/Madre están equivocadas. Eso es lo que estás diciendo en esta frase. “No me lo merezco”. Entonces la Ley del Retorno, creada por Dios Padre/Madre, está equivocada.
Todo lo que emanas vuelve a ti. Algún día, en algún momento. Así que si algo regresa, es tuyo, no de nadie más. También puedes estar recibiendo energías de otras personas, pero en este caso, tú emanaste contra ellas; en algún momento, en algún día. No tiene sentido mirar al cielo y preguntar ¿por qué? O decir con clase: “No merezco esto”.
¿Por qué no te lo mereces? Sabes lo que ha hecho tu alma, o te niegas a creer que tienes alma; y que esta alma ha vivido mucho; ha hecho mucho daño; ha agredido mucho; ha violado mucho; ha hecho mucho daño a mucha gente. Y, sobre todo, ya se ha hecho mucho daño a sí misma. Mientras sigas creyendo que todo esto es un dulce invento que hemos creado para explicarte los problemas que no entiendes, seguirás dando vueltas y vueltas como una rueda. Da vueltas y vueltas; da vueltas y vueltas.
Cuando admitís que sus almas tienen un viaje, y que todo está saliendo a la superficie ahora, en este momento, para ser limpiado, no hay por qué, no hay “no merezco esto”. Hay algo que experimentar, que tratar, de lo que aprender. Así que preocúpate de corregirlo, de resolver el obstáculo, de dejarlo atrás. Porque mientras sigas: “No me merezco esto”, “¿Por qué estoy pasando por esto?”, el problema seguirá ahí. Y siento decirlo: cuanto más lo niegas, más crece.
Eso es lo que ocurre. Cuanto más niegas un problema, más crece. Porque no quieres verlo, no quieres verlo. Mira tus propios problemas. Reconoce tus errores. Pide ayuda. “¿Cómo resuelvo esto? Estaremos más que felices, cariñosos y dedicados a mostrarte cómo puedes salir de esto. Pero necesitas tener un corazón muy abierto; necesitas tener un corazón humilde. ¿Y qué es un corazón humilde? No es un corazón que se rebaja. No pedimos a nadie que se rebaje ante nosotros. Es un corazón que acepta que ha cometido errores; eso es un corazón humilde. Y aceptando que se ha equivocado, nos pide ayuda. Y nosotros tendremos el mayor Amor en ayudarle.
Es inútil, hijos míos, es inútil quejarse, pensar que es injusto. El problema sólo crecerá. Miradlo con Amor, aceptad que es fruto de algún error, que tal vez nunca sepáis cuál fue. Y ahí es exactamente donde estamos dispuestos a ayudar. Porque como no sabes cuál fue el error, muchas veces no puedes resolverlo. Pero si ese corazón humilde nos pide: “Ayúdame a superar este error, a vencer este obstáculo con amor y cariño”, estaremos ahí para ayudarte, mostrándote el camino, para que puedas tomar las decisiones correctas.
No pienses que vamos a eliminar ningún obstáculo, porque no lo haremos. Pero te daremos la Luz para que puedas encontrar tu camino. Pero te daremos la Luz para que puedas encontrar tu camino, porque también forma parte de la sabiduría y del crecimiento encontrar tu camino. Es como si estuvieras en un camino oscuro, en el que no pudieras ver hacia delante, y te diéramos una lámpara. Entonces todo se ilumina y puedes ver el camino. Y será su elección qué camino tomar.
Así que, hijos e hijas míos, sed corazones humildes. Aceptad los errores que aparezcan, los obstáculos que aparezcan, los problemas que aparezcan. ¿No los comprendéis? Pedidnos ayuda y os mostraremos claramente lo que significan. Y estad seguros, sólo así, con un corazón humilde, podréis liberaros, uno a uno, de cada obstáculo.
Traducción: Ana Maria Souza
Revisión: Regiane Maria Bugalho
